Ciclistas Rojos en Italia

La bicicleta ha sido considerada a menudo como un medio de transporte "sospechoso" o incluso subversivo, y por mucho tiempo ha sido objeto de prohibiciones. De hecho, este vehículo, inventado en 1817 y en su versión actual en 1884, era al principio un vehículo chic, costoso y, por lo tanto, elitista, reservado a la clase alta que lo utilizaba por entretenimiento.

Los primeros ciclistas
En Italia, los primeros velocípedos aparecieron en 1860, manejados por extravagantes nobles y de clase alta que despertaban la curiosidad y el miedo de los transeúntes (Fontana).
En 1869 el alcalde de Milán prohibió "absolutamente el uso de velocípedos en toda el área de la ciudad encerrada dentro del círculo de los Navigli" ya que "la circulación de velocípedos puede ser peligrosa para las personas que los usan, como para el público". Además de las razones de seguridad, otros alcaldes explicaron las prohibiciones con el hecho de que "la máquina es aterradora, aun vista desde lejos"
(Pivato, 1992).
El velocípedo no era accesible para las clases subalternas que no tenían tiempo para dedicarse a las diversiones, por no mencionar que el precio de compra de una bicicleta Adler, Neumann, Swift (la favorita de Italo Svevo) o Prinetti Stucchi era igual a un año de salario de un obrero, y que además había un impuesto que pagar, para obtener un sello que fijar al cuadro por un anillo de metal, con una sanción en caso que faltara
(Lombroso). Al principio el impuesto era municipal, el importo era de 12 liras en Milán, y 6 en Roma; luego, en 1897, la Cámara de Diputados aprobó una ley que establecía un impuesto de 10 liras para bicicletas sencillas y 15 liras para los tándems, equivalente al impuesto de hoy para un coche de tamaño mediano, y que aun empujaba alguien a robar el sello.
El gobierno prometió largo y tendido la abolición de este impuesto. El diputado de Módena Antonio Vicini, que en aquel entonces pertenecía a la extrema izquierda, en la sesión del 14 de diciembre de 1907 de la Cámara de Diputados declaró: “No hay ninguna razón para que por un objeto que cuesta 90 o 100 liras se tenga que pagar, como en Italia, un impuesto que representa una verdadera usura
(Tarantini). En 1909, el Parlamento redujo el impuesto a seis liras, especialmente bajo presión del Touring Club, que de esta manera preveía una mayor difusión de la bicicleta (Pivato, 1992).
Burlándose del impuesto sobre las bicicletas, Lorenzo Stecchetti (Olindo Guerrini, 1845-1916) escribió: "No pasará mucho tiempo para que, por voluntad soberana, tengas un medidor entre las rodillas y una pegatina en el trasero"
(Pivato, 1992).

Las fuerzas políticas populares y revolucionarias al principio eran fuertemente hostiles a este vehículo, y aún más al deporte ciclista. El 23 de junio de 1894, el escritor Alfredo Oriani, autor, entre otras obras, del libro de 1902 "Bicicletta", inspirado en su viaje desde Romaña a Toscana con una Bremiamburg de piñón fijo, y de la obra sobre la bicicleta "Sul pedale" ("Sobre el pedal", enlace en italiano) participaron en Faenza en una manifestación contra la ordenanza del alcalde del 6 de junio, prohibiendo a los "velocipedistas" entrar en bicicleta en la ciudad. Los setenta ciclistas fueron recibidos por los ciudadanos de Faenza con abucheos y siseos hostiles y pudieron salir de la ciudad solo tarde de noche, escoltados por caballeros ligeros (Dirani y L'Osservatore romano).
En los Touring club, la bicicleta se convirtió en una herramienta para el turismo, capaz de satisfacer el deseo de las clases burguesas y populares de participar en el ocio
(Pivato, 1992). El 8 de noviembre de 1894, se fundó en Milán el Touring Club Ciclistico Italiano, que desde 1900 será llamado Touring Club Italiano, nacido para proteger a los ciclistas que no eran miembros de ningún club deportivo. A pesar de ser apolítico, según su estatuto, el club apoyaba reivindicaciones territoriales nacionalistas, con "viajes patrióticos" en áreas de cultura italiana, pero pertenecientes a otros estados, como Niza, Saboya, Cantón del Ticino, Trentino, Alto Adigio, Carso y Trieste (Sbetti).
Los círculos ciclistas irredentistas, que reivindicaban rescatar a Friuli-Venecia Julia, Trentino, Istria y Dalmacia de la dominación austro-húngara, estaban muy extendidos en esas zonas, y organizaban viajes en los que cruzaban ciudades, donde la población le daba la bienvenida con canciones patrióticas, con gran preocupación de las autoridades austro-húngaras. También la elección de las bicicletas tenía una motivación patriótica, prefiriendo las italianas Bianchi, Gerbi o Panzera a las austro-alemanas Adler, Pearl o Waffenrad
(Pivato, 1992).
La reina Margherita fue el primer miembro de la casa real en ingresar en el Touring Club Italiano, y le encantaba manejar su bicicleta de acero Bianchi en las avenidas de la Villa Real de Monza. Margherita había aprendido a andar en bicicleta con Edoardo Bianchi, el fundador de la empresa de fabricación de bicicletas. El ejemplo de la reina había traído a muchas damas aristocráticas de su corte
(Gori).
En Rimini en 1896 comenzó un debate político sobre los problemas y los accidentes causados por los velocipedistas, y también se propuso establecer una licencia, que se obtendría pasando un examen de calificación, ante una comisión nombrada por el alcalde "para evitar que los no expertos circularan en las calles", luego reemplazado por una declaración jurada. El consejo administrativo de la provincia, sin embargo, consideró ilegal la imposición de un impuesto de circulación
(Pivato, 1992).

En aquellos años, una guía turística del Touring Club Italiano aconsejaba a los ciclistas que evitaran pasar a través de la Emilia-Romaña, y en particular de Imola, en la provincia de Bolonia, y Faenza, en la provincia de Rávena, para no sufrir actos de gamberrismo, siendo el ciclismo considerado como una actividad de clase alta, y por lo tanto hostil a la clase obrera (Fontana). Inicialmente, tanto los republicanos como los anarquistas estaban en contra del ciclismo. Después de la primera edición del Giro d'Italia (la vuelta ciclista de Italia) que se celebró en 1909, el periódico republicano "La Giovane Italia" llamó al Giro "una vergüenza que deshonra al pueblo de Italia", mientras que el republicano Arturo Camprini se quejó de que había visto vender en poco más de media hora 500 copias de la Gazzetta dello Sport, mientras que en 5 días solo se vendieron 10 copias de "La Giovane Italia" (Pivato, 1992). Un folleto de principios de la década de 1910, firmado por «los jóvenes Socialistas, Mazzinianos y Anarquistas», titulado «¡Deploren el deporte!», arremetía contra el deporte competitivo, diferente del que «noblemente tiende al maravilloso progreso científico» o es «un instrumento de diversión y placer» que no se podría condenar «sin sucumbir a la acusación de ser enemigos del progreso y de la mejora humana». El folleto, por su parte, condenaba «el deporte, que, con su atractivo de una fama repentina y con la lisonja de un beneficio inmediato debido éste por una valoración mal entendida de los valores humanos, debida aquella a una intención de vulgar especulación, distrae tantas preciosas energías juveniles desde propósitos decididamente diferentes y verdaderamente más nobles y provechosos e ideales sublimes, y los atrae en su fatal órbita, los esclaviza vergonzosamente a los oscuros objetivos lucrativos y de supremacía de la clase capitalista y burguesa de especuladores y grandes industriales, arrojándolos, como un brutal e inconsciente instrumento publicitario en una loca carrera desesperada, esparcida con todo tipo de fatigas, peligros, muertes», y lamentaba «el despreciable espectáculo de inconsciencia y derroche de energías que ofrecen todos estos jóvenes ciclistas en el Giro d'Italia», definiéndola como una de las tantas «trampas tendidas por el actual sistema de gobierno plutocrático y burgués a la inconsciente ingenuidad de las muchedumbres». La clausura del volante era «¡Abajo el deporte!» (Dirani).
El Partido Socialista Italiano permaneció durante mucho tiempo aferrado a la certeza de que el deporte era una reproducción en miniatura de los mecanismos de la guerra capitalista, que era funcional a las especulaciones industriales o nacionalistas e incluso perjudicial para el cuerpo. El deporte era nacionalista y clerical "una reacción muscular violenta ante la inactividad productiva de las clases adineradas: entonces, la venganza de la naturaleza contra el ocio y la inactividad"
(Petrini). La hostilidad de los socialistas se dirigía principalmente contra el agonismo y la presencia de clasificaciones, vistas como opuestos a los objetivos de solidaridad, por lo que sus primeras competiciones no incluían clasificaciones, y la primera reunión de la Internacional Deportiva Socialista en Gante en 1913 discutió la abolición de clasificaciones y premios.
Además, el deporte alimentaba el nacionalismo y el militarismo. La proximidad con el militarismo estaba confirmada por el hecho de que a menudo los jefes de las asociaciones de gimnasia eran generales, entre ellos Fiorenzo Bava Beccaris, que dirigió la masacre de Milán en 1898 contra las protestas por los aumentos de precios y Luigi Pelloux, Presidente del Gobierno, dos veces ministro del interior y tres veces ministro de la guerra, responsable de feroces represiones antipopulares
(Pivato, 1992). Esta posición, probablemente afectada por los orígenes agrícolas del Partido Socialista, llevó a Benito Mussolini, entonces redactor del Avanti !, a declarar, el 1 de diciembre de 1912, que quería incluso esparcir clavos en la Vía Emilia al paso de los ciclistas del Giro d'Italia (Sbetti). Los jóvenes socialistas definían a los participantes del Giro como "velocipedastros" y el dirigente socialista Giuseppe Zibordi describía el ciclista como "doblado como un signo de interrogación en su manubrio criminal en cuerno de búfalo, concentra todas sus facultades físicas e intelectuales en sus pies" y añadía: "en efecto, es seguro que generalmente los corredores son anormales, con rasgos (muy fuertes) de delincuentes".

El inicio del uso político de la bicicleta
La situación cambió cuando la bicicleta se convirtió en un medio de transporte accesible a todos, gracias a la reducción de precios debido a su creciente difusión y a los avances tecnológicos. En 1893, el precio de una bicicleta era igual al de 1655 horas de trabajo, pero en 1913 era igual a no más que 357 (Pivato, 1992). El precio de una bicicleta Bianchi bajó de 300 salarios diarios de un obrero a fines del siglo XIX a 100 salarios diez años más tarde. Se inició así un debate entre los partidos y las organizaciones de trabajadores, a favor y en contra de la práctica deportiva. La sección del Partido Socialista de Imola en mayo de 1904 promovió una sociedad recreativa con la convicción de que "no es un privilegio de las clases burguesas saber vivir fraternalmente la vida colectiva de los círculos y garitos" (Ridolfi).
El deporte también fue promovido como herramienta para combatir el alcoholismo, el azote de las clases trabajadoras. El 31 de agosto de 1910, la revista "Sempre Avanti!" publicó un artículo de su director, Francesco Paoloni, quien subrayó que el alcoholismo deshumaniza y hace insensible a toda exhortación ideal, mientras que "cada bruto meno puede ser mañana un militante más en el ejército combatiente del proletariado"
(Giuntini).
Muchos revolucionarios rechazaban el ciclismo como deporte y la bicicleta como herramienta de diversión, pero la aceptaban como símbolo de la modernidad y como medio de lucha, no sólo para alcanzar el lugar de trabajo, sino también para mantener conexiones entre las fábricas ocupadas, para alertar a los trabajadores de la llegada de los escuadrones policiales, para la distribución de la prensa revolucionaria, para el alcance y la organización de los trabajadores en los pueblos más aislados y en el campo, permitiéndoles participar en las manifestaciones en las ciudades. Este carácter "subversivo" de la bicicleta también llevó a las autoridades eclesiásticas a mirarla con sospecha, considerándola como "verdadera anarquía, comparable al hermafroditismo" e incluso prohibiendo a los sacerdotes que la utilizaran, bajo pena de acciones disciplinarias incluso la suspensión a divinis
(Izagirre, Pivato, 2011).
En 1910, el párroco de un pueblo cerca de Rávena había planteado un problema en el boletín parroquial: ¿puede un párroco que tiene que apresurarse a la cabecera de una persona seriamente enferma "andar en bicicleta a pesar de la prohibición jerárquica superior?" y se había dado una respuesta positiva ("Puede"). El obispo de Faenza, teniendo una opinión diferente, ordenó la confiscación del boletín, confirmando la prohibición absoluta, en cada situación, debido a la "gran disipación que habría producido" una suspensión, incluso parcial, de la prohibición
(Pivato, 1992). Un suelto del diario de Roma Il Messaggero de 1894 atestigua la transición de la Iglesia Católica del rechazo hasta la aceptación de la bicicleta.

En el verano de 1894, la Associazione milanese di ciclisti socialisti (Asociación Milanesa de Ciclistas Socialistas) tenía el propósito de propagar ideas socialistas y participar en carreras ciclistas para hacer campaña a favor de Leonida Bissolati. De nuevo en Milán, en 1896, los grupos “Pro Ideale” y “So-cialisti” en la quinta circunscripción electoral de Milán hicieron campaña por Filippo Turati (Senatori, 2011). En 1898, durante las revueltas populares de Milán contra el hambre, el infame general Bava Beccaris con una interdicción había prohibido la circulación de "bicicletas, triciclos y tándem" para evitar que se convirtieran en un valioso medio de comunicación entre insurgentes.
Otros grupos activos fueron “Forza e Costanza” ("Fuerza y Constancia"), la sección ciclista de las cooperativas de Brescia y el "Club Ciclistico Avanti" de Roma
(Senatori, 2011). Sólo gracias a los ciclistas rojos, el cuarto Congreso nacional del Partido socialista, celebrado en Florencia del 11 al 13 de julio de 1896, puso en orden del día el problema del deporte (Boschi).
En 1900, el criminólogo Cesare Lombroso
(1835-1909) terminaba uno de sus artículos con un párrafo sobre los beneficios del ciclismo para el bienestar y la civilización: «Redujo el aislamiento de las pequeñas ciudades, puso el campo a pocos minutos de las zonas residenciales y de las capitales, en las elecciones fue un aliado de los partidos políticos más progresistas, que por lo tanto saben utilizar los medios de lucha más modernos». Ademas Lombroso elogiaba los beneficios de la bicicleta para la salud mental, y concluía con una frase que hoy parece decididamente optimista: «el cicloanthropos del siglo XX sufrirá menos de los nervios, sus músculos serán más robustos que los del hombre del siglo pasado».
En el mismo artículo, sin embargo, Lombroso advertía contra
«la extraordinaria importancia de la bicicleta, no solo como causa sino también como instrumento del crimen», y citaba una larga casuística de crímenes cometidos para obtener el dinero necesario para comprar una bicicleta y convertirse en campeones de ciclismo o venderla, o usar la bicicleta para escapar rápidamente después de un atraco.

Los primeros Ciclistas Rojos
En el nuevo siglo el uso político organizado de la bicicleta tuvo un fuerte desarrollo en Emilia-Romaña, donde los republicanos, que en la época y hasta la segunda posguerra fueron una fuerza política radical y anti-clerical, organizaron el 26 de julio de 1903 en Cervia su primer simposio ciclístico regional, con la participación de delegados de las Marcas, para destacar la importancia de la bicicleta para la difusión de las ideas revolucionarias de Giuseppe Mazzini. Una convención de republicanos de las Marcas y de Romaña que se celebró en la República de San Marino en agosto de 1904 tuvo gran resonancia en la prensa (Pivato, 1992).
El 12 de junio de 1905, por iniciativa de los socialistas de Reggio Emilia, se fundó el primer grupo de ciclistas rojos: frente a la Cooperativa de Prato di Correggio, los equipos ciclistas de Reggio, Bagnolo, Correggio, Rubiera y San Martino in Rio se reunieron. El encuentro fue promovido por la Cámara de Trabajo local para poner al servicio de los trabajadores "un medio rápido de conversación para las grandes batallas de los trabajadores". La iniciativa fue un gran éxito, y poco después se estableció la Asociación Provincial de Ciclistas Rojos, declarando: "La bicicleta que ya se ha convertido en una ayuda útil para el trabajador individual también debe convertirse en una poderosa ayuda para la acción colectiva en interés de las masas proletarias"
(Pivato, 1992).
El 10 de abril de 1906, en Carpi, en la provincia de Módena, se fundó la Unione Sportiva Socialista, abierta a los miembros del Partido Socialista que tenían una bicicleta, con el objetivo de
«beneficiar al Partido Socialista en las luchas electorales para organizar paseos de propaganda y de entretenimiento, desfiles socialistas, etc. ». En mayo de 1906, los miembros de la Unione organizaron un simposio contra la imposición tributaria excesiva sobre las bicicletas, y el 3 de junio de 1907 en Carpi tuvo lugar una reunión de casi quinientos ciclistas de Reggio Emilia y Correggio (Giuntini).
En Reggio Emilia los Ciclistas Rojos contaban con cuatro mil miembros, divididos en escuadras por cada fracción de un municipio, y distinguidos por un gorro rojo. Dos mil Ciclistas Rojos participaron en el desfile del 1
er de mayo de 1906; dos días antes, el domingo 29 de abril, hubo una reunión preparatoria, que también fue una protesta contra el impuesto sobre la circulación de bicicletas. El papel de los ciclistas era también proporcionar un servicio de orden de movimiento rápido para las demostraciones y los desfiles. En junio de 1910, los Ciclistas Rojos organizaron un concurso de ciclismo floral. Numerosos paseos se organizaron en la provincia, y los escuadrones siempre estaban encabezados por la fanfarria del «Veloce Club» ("Rápido Club"). La presencia de ciclistas en el desfile del 1er de mayo se hizo habitual, no sólo en Reggio Emilia, sino también en las ciudades de la provincia, como Correggio, Guastalla, Scandiano, Cavriago y Casoni (Fincardi, 2012b). En la Romaña había una competición animada entre los Ciclistas Rojos y los equipos ciclísticos republicanos y católicos (Ridolfi).

Los ciclistas rojos en los años 1910
La constitución de una organización nacional de “Ciclisti Rossi” ("Ciclistas Rojos") fue apoyada por Giovanni Germanetto y Mario Montagnana, que más tarde se convirtieron en lideres del Partido Comunista de Italia. El 16 de junio de 1912, en Imola, en el Congreso Regional Socialista, nacieron los «Ciclisti Rossi», una sociedad deportiva que sin embargo tenía objetivos decididamente políticos más bien que deportivos. Ese día, setenta ciclistas procedentes de Forlì con una banda roja en el brazo llegaron al congreso acogidos por aplausos (Giannantoni y Paolucci) precedidos por la fanfarria y por su bandera social (Boschi). El periódico semanal "La Lotta" ("La Lucha"), órgano de la Federación Socialista de Imola, explicaba en la edición del mismo día: "Durante los períodos ocasionales de lucha (elecciones, agitaciones, huelgas, etc.) los Ciclistas Rojos permitirán a nuestros comités disponer de medios de comunicación y correspondencia seguros y rápidos, no sólo, sino también les proporcionarán un personal ya entrenado y preparado para viajar a través del municipio y de la circunscripción electoral, con suficiente conocimiento de lugares, personas, etc. Por último, en las grandes manifestaciones, el escuadrón de los Ciclistas Rojos - que si el espíritu y el entusiasmo de todos los compañeros nos ayudan, aumentará siempre en número - completará dignamente nuestros desfiles, ayudando efectivamente a su organización y dándoles mayor orden y masividad" (Fontana).
La revista socialista "L'Avanguardia" del 8 de septiembre de 1912 apoyó la tesis del uso de ciclistas rojos para realizar propaganda contra el deporte entre los jóvenes, en lugar de hacer obstruccionismo al deporte
(Pivato, 1992).
El domingo 22 de septiembre de 1912, de nuevo en Imola, en concomitancia con el Congreso Socialista Nacional Juvenil, que tuvo lugar en Bolonia desde el viernes 20, se celebró el Primer Congreso Nacional de Ciclistas Rojos
(Zanelli), con la presencia de 700 Ciclistas Rojos de diversas regiones, principalmente del norte de Italia, mientras que Arturo Vella, Amedeo Bordiga y Anselmo Marabini pronunciaron un discurso (Fincardi, 2012b). Los participantes vinieron de Bolonia con un tren especial, hicieron una parada en Piratello para rendir homenaje a la tumba de Andrea Costa. Nacido en Imola en 1851, Andrea Costa fue uno de los fundadores del socialismo en Italia y el primer diputado socialista italiano y se había muerto en Imola unos años antes, el 19 de enero de 1910. Los participantes en el congreso se reunieron entonces en las escuelas Carducci, desfilaron por las calles de Imola, fueron llevados al ayuntamiento y visitaron las instituciones obreras y socialistas de la ciudad. Según el espíritu de la reunión: "Las bicicletas rojas quieren servir a nuestro ideal, apoyar, conectar, mantener vivo nuestro movimiento, nuestra gente en cada paraje (Zanelli). Un periodista anónimo de "La lotta" expresó su oposición a la pasión por la bicicleta: "Hace mucho tiempo hemos levantado una vigorosa protesta contra la obsesión deportiva, que desde hace tiempo invade nuestra juventud obrera, distrayéndola de sus actividades intelectuales y de la lucha diaria contra los privilegios" y además "la nuestra es sobre todo una civilización espiritual. La educación física no debe ser perjudicial para la educación intelectual" (Zanelli).
El periódico burgués Corriere della Sera dio una interpretación negativa de la conferencia, vista como una manifestación antimilitarista, que resultó en un "gran pelea frente a una taberna frecuentada por nacionalistas"
(Boschi).
En Reggio Emilia el 1
er de mayo de 1913, los Ciclistas Rojos, tras el desfile por la ciudad por la mañana, fueron por la tarde en Cavriago para realizar el boicot de la celebración de las asociaciones católicas. Lo mismo sucedió el 1er de mayo del año siguiente, en Quattro Castella (Fincardi, 2012b).
En el mismo año 1913, en la revista de Lugo
«La Fiamma Socialista» ("La Llama Socialista"), con ocasión de la celebración del 1er de mayo, escribió: «Todos los Ciclistas Rojos de Lavezzola, Conselice, San Patrizio, Massalombarda, Giovecca, San Bernardino, Santa Maria di Fabriago y San Lorenzo irán a Sant'Agata sul Santerno donde los ciclistas rojos de Villa San Martino y los de Lugo se encontrarán con ellos para ir todos juntos al principio en la casa de los organizadores rojos en Lugo, y luego al monumento de Andrea Costa, para entregar las flores de la memoria y de la promesa».
El tercer desfile se organizó el 22 de junio de 1913, como segundo Congreso nacional de los grupos de ciclistas socialistas. Debido a la lluvia torrencial, varias delegaciones de ciclistas, entre ellas las de Turín, Venecia, Reggio y Lugo, tuvieron que renunciar al paseo, mientras que las delegaciones de Imola y las otras que lograron llegar allí chapoteando en el barro, fueron de todos modos capaces de dictar las reglas de su circuito organizacional.

Imola vio, el 10 de agosto de 1913, la fundación de la Federación Nacional de Ciclistas Rojos, con más de mil miembros y asiento en via Appia, 7. El 17 de agosto de 1913, la cuarta concentración, presentada como Primer Simposio Nacional, que constituía oficialmente la Federación de Ciclistas Rojos, con la ciudad de Romaña empapelada con paneles y estandartes y banderas rojas ondeando. La federación de Ciclistas Rojos aconsejaba llevar puesta una camisa roja con el escudo social y, a falta de camisa, un brazalete rojo con la inscripción negra "equipo de ciclistas rojos de ..." (Pivato, 1992). Mil ciclistas, con delegaciones de varias ciudades de Romaña y Emilia, participaron en ella. El semanario socialista local describió el encuentro como "magnífico, imponente y entusiasta". La revista de las FIGS «L’Avanguardia» pudo entonces presentar la lucha de clases sobre dos ruedas: «Los Ciclistas Rojos son y serán las vanguardias precursores de nuestra propaganda y de nuestro movimiento, los empujes rápidos por que nuestras gentes de cada paraje y de cada país siempre serán confiadas y conectadas, tanto en paz como en tiempos de guerra».
Cuando se fundó la Federación Nacional, los Ciclistas Rojos se extendían principalmente en Emilia, Romaña, Milán y Turín, pero núcleos importantes existían en Pesaro, Florencia, Sesto Fiorentino, Terni, Portici, Castellamare di Stabia y Sparanise, además de Città di Castello (véase el enlace, en italiano), Reggio Emilia, Imola y Cesena, donde ya existian escuadrones desde hace algunos años
(Fincardi, 2012b).
Otra vez Imola, el 24 de agosto de 1913, albergó el primer Congreso Nacional de Ciclistas Rojos, que aprobó un estatuto según el cual, en períodos especiales (elecciones, agitaciones, huelgas), los Ciclistas Rojos garantizarían una comunicación y correspondencia rápidas. El estatuto continuaba definiendo a los Ciclistas Rojos como la vanguardia de la propaganda y del movimiento socialista y los medios por los cuales los afiliados de todos los distritos podían mantenerse en contacto, tanto en la paz como en la guerra. La bicicleta se definía como un "vehículo del pueblo" al servicio de la lucha de clases, y se reprochaba al ciclismo agonístico, definiendo el deporte como un problema gravísimo, que desviaba la atención de los obreros y especialmente de los jóvenes, y los distraía del estudio de los problemas sociales y los alejaba de las asociaciones políticas. Ademas se condenaban los jovenes más deseosos de leer el diario deportivo La Gazzetta dello Sport que el diario socialista Avanti!, y también se condenaban los jóvenes preocupados solo por hacer el amor y correr en bicicleta
(Izagirre).
En Imola, la Camera del Lavoro (oficina local del sindicato) proveía de servicios a los ciclistas rojos, publicando en su jornal semanal "La Lotta", un anuncio como éste: «¡Camaradas! ¿Necesitan neumáticos y cámaras de aire de bicicleta y quieren gastar poco dinero? Refiéranse a la Cámara del Lavoro en via Gamberini. Productos estándar a precios imbatibles».

Programa de los Ciclistas Rojos
En el documento fundacional del nuevo movimiento deportivo popular, escrito por el ideólogo de los Ciclistas Rojos, Antonio Lorenzini, y reportado en un documento inédito escrito a máquina "Storia del ciclismo UISP" (la UISP es la Unión Nacional de Deportes Populares) por Sergio Giuntini, se lee: «Los Ciclistas Rojos son aquellos que, sabiendo y podiendo andar en bicicleta, nunca hacen de este ejercicio, o tal vez de este tipo de pasión, un propósito o un ideal. El propósito de los Ciclistas Rojos es la propaganda: su medio es el deporte de la bicicleta, ¡si quieren llamarlo así, contenido dentro de límites humanos y dignos! Nuestros ciclistas no comprenden y no quieren que la educación física sea perjudicial para la educación intelectual y moral suya o de otros.
Sin embargo, del deporte de la bicicleta, y tal vez mañana de otros deportes, ellos hacen simplemente un hábito higiénico, un pasatiempo y un medio adecuado y proporcionado para defender y propagar en todas partes sus ideales civiles, morales y políticos. Los Ciclistas Rojos ocasionalmente organizan un paseo a este o aquel lugar en el municipio, en la circunscripción electoral, en la provincia, o tal vez más allá de las fronteras de la misma provincia, en la región, llevando allí folletos, periódicos y el eco de las primeras discusiones de propaganda menuda.
Durante los períodos extraordinarios de lucha (agitaciones, elecciones, huelgas, conferencias, reuniones, etc.), los Ciclistas Rojos darán la capacidad a los comités ejecutivos o organizadores de disponer de medios seguros y rápidos de comunicación y correspondencia, no sólo, sino que proporcionarán un personal ya dispuesto y preparado para viajar a través del municipio, la circunscripción electoral o la Provincia con suficiente entrenamiento y conocimiento de lugares, personas y direcciones.

En las manifestaciones más importantes, el equipo de los Ciclistas Rojos podrá completar dignamente nuestros desfiles, coadyuvando eficazmente a su organización, y dándoles - sin preocupaciones de propaganda - mayor orden e imponencia. Estos son los propósitos y los objetivos que dieron lugar a la aparición de las organizaciones de Ciclistas Rojos, que en vez de servir ... al interés de las empresas y sociedades de especuladores, expresando desde su vientre los héroes jadeantes de la bicicleta, tienen intención, con gimnasia y educación del cuerpo, servir una idea que vale más que todas las Copas y de todos los Gran Premios de los grandes patriarcas y benefactores del deporte de ... ganar dinero. Las bicicletas rojas – si los diligentes defensores de la educación muscular para la gloria y el mayor poder de las bolsas de valores capitalistas nos lo permiten - son y serán las vanguardias de nuestra propaganda y de nuestro movimiento: los empujes rápidos por los que nuestra gente de cada paraje y de cada pueblo siempre quedará unida y compenetrada, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra
»
(Senatori, 2014).

Crecimiento de los Ciclistas Rojos
Incluso en 1914, con ocasión de la «Semana Roja», entre el 7 y el 14 de junio, la bicicleta demostró su utilidad para la recolecta y la difusión de noticias, visto el aislamiento debido al sabotaje de cables telefónicos y telegráficos y ferrocarriles. En la ocasión, el escritor fascista de Forlì Antonio Beltramelli vio en el uso de la bicicleta para organizar la ocupación obrera de la ciudad un nuevo medio del asedio puesto por el "campo" a la "ciudad" (Baroncini). El congreso de la Juventud Socialista, programado para septiembre de 1914 en Reggio Emilia, fue pospuesto debido al estallido de la guerra.
Los jornales socialistas publicaban la publicidad de los neumáticos
«Carlo Marx», presentados como el «neumático de los socialistas italianos» y del «Ciclo Avanti!», cuya marca fue registrada el 18 de septiembre de 1913 por Alcyon Officine, de los hermanos Cesarani de Caravaggio (provincia de Bérgamo), probablemente los mismos que publicaron en el mismo año el libro de Antonio Lorenzini. Un anuncio en el "Avanti!" del verano de 1913 afirmaba: "Ninguna bicicleta puede, por elegancia, por resistencia, por fluidez y por chollo, compararse con el "Ciclo Avanti". Una bicicleta destinada a difundirse rápidamente por toda Italia, especialmente entre los trabajadores". (Boschi)
Para fortalecer el espíritu de pertenencia y juntar simpatizantes, la FNCR organizó en Imola una serie de paseos de propaganda ciclista: el primer se llevó a cabo el 8 de abril de 1917, el día de Pascua, saliendo a la una de la tarde desde el Ponte Santo, un puente sobre el río Santerno, a la época llamado por los socialistas de Imola "Ponte Rosso" (Puente Rojo). Existe un metraje de este paseo (véase fotogramas 1, 2 y 3), publicado en 2010 por Bacchilega de Imola, dirigido por Fausto Pullano con música de Roberto Bartoli. Incluye la versión restaurada con bandas sonoras de dos metrajes de 1910 y 1913, conservadas en Imola por el CIDRA (Centro Imolese di Documentazione sulla Resistenza Antifascista e storia contemporanea, Centro Imolés de Documentación sobre la Resistencia Antifascista y la Historia Contemporánea).
El segundo paseo tuvo lugar tres domingos más tarde, el 29 de abril, con partida a la una de la tarde desde el mismo puente, llegando después de unos 20 km en San Patrizio, una aldea del municipio de Conselice, en la provincia de Ravenna, donde tuvo lugar una reunión pública, que culminó con la votación final de un orden del día. El 13 de mayo, los Ciclistas Rojos de Imola, junto con los de Lugo, se reunieron en Mordano, en la provincia de Bolonia, para la primera reunión entre dos circunscripciones electorales, y el 20 de mayo organizaron un paseo de propaganda en Sesto Imolese. El último paseo de propaganda de 1917 tuvo lugar el domingo 19 de agosto en Osteriola, donde los Ciclistas Rojos también se reunieron el 21 de julio de 1918 para una reunión a nivel de circunscripción electoral.
El último sobreviviente de los Ciclistas Rojos de Imola fue Ottavio Zanelli (enlace), nacido en Ravenna el 26 de septiembre de 1904, y muerto el 6 de abril de 2006 a la edad de 101 años, después de una larga actividad política, del Congreso de Liorna de 1921 que vio la fundación del Partito Comunista d'Italia, a la detención por su oposición al régimen fascista, a la Resistenza, hasta su actividad política de posguerra
(Giannantoni y Paolucci).

Los ciclistas rojos en los años 1920
El rol de los ciclistas en la década de 1920 fue importante en las luchas obreras de la posguerra tras la Primera Guerra Mundial, por el empleo y contra el fascismo. Durante las huelgas, los Ciclistas Rojos ayudaron a formar rápidamente piquetes contra los esquiroles; de hecho durante la huelga agraria de agosto de 1920, el prefecto de Reggio Emilia prohibió el uso de bicicletas en toda la provincia. En 1921 un equipo de Ciclistas Rojos de Reggio Emilia escoltó de Reggio a Cavriago los cuerpos de dos trabajadores muertos por los fascistas el 1er de mayo (Fincardi, 2012b), y en Piombino (provincia de Liorna) el 3 de agosto de 1921, un escuadrón de Arditi del Popolo ciclistas (Arditi del Pueblo; los Arditi eran un cuerpo de élite) abrieron la procesión fúnebre que acompañaba al cuerpo del obrero Giuseppe Morelli, un miembro de los Arditi del Popolo matado por las fuerzas del orden. El diario comunista L'Ordine Nuovo del 24 de julio de 1921 relata de los hechos de Cingía de Botti (provincia de Cremona), donde el 17 de julio seiscientos Ciclistas Rojos desfilaron por las calles de la ciudad, alineados como soldados, para alcanzar la sede local del partido fascista y hacerse entregar el banderín (Francescangeli). En la provincia de Venecia, en Cavarzere, un cuantioso grupo de Arditi del Popolo, cerca de doscientos, dispersados entre los diversos pueblos del municipio, se mantuvieron en contacto por medio de mensajeros ciclistas. En Trieste, los Arditi Rojos, establecidos ante de los Arditi del Pueblo, se organizaban en doce equipos, entre ellos un escuadrón femenino y uno de ciclistas. Los Ciclistas Rojos estaban difundidos en el Polésine, en la provincia de Cremona y en la Venecia Julia (Francescangeli). En Roma, los Arditi ciclistas se encargaron de conectar las unidades centrales y periféricas de los Arditi del Popolo y fueron particularmente activos en la defensa de San Lorenzo y de otros barrios populares contra la agresión de los fascistas, que habían llegado en Roma para participar en el congreso de fundación del partido fascista, del 7 al 11 de noviembre de 1921. Los Arditi ciclistas también lograron mover rápidamente a sus miembros de un barrio a otro, dependiendo de las necesidades creadas por los ataques fascistas (Gentili).
El campeón de ciclismo Ottavio Bottecchia, vencedor de dos Tour de France, en uno de los cuales llevó el maillot amarillo de la primera a la última etapa, desarrolló actividad antifascista y por lo tanto fue asesinado en 1927.

Ciclistas rojas (y no)
La bicicleta también se convirtió en una herramienta para la emancipación femenina, gracias en particular a algunas pioneras que desafiaron el desprecio y los insultos de los conformistas. La presidenta de la reunión feminista en París en 1896 propuso brindar por la bicicleta "igualitaria y niveladora". Los movimientos católicos consideraban inapropiado el uso de la bicicleta, y por lo tanto de los pantalones, por parte de las mujeres (Boschi). Como escribió Blom: "«Los moralistas reaccionaron escandalizados por los efectos que esos vehículos anárquicos tendrían en la moral pública, sobre todo en las mujeres, que ya pedaleaban alegremente tras tirar a la basura el corsé y decantarse por una ropa más práctica, pantalones incluidos. Los científicos advertían muy seriamente de que la velocidad y también la posición -a horcajadas en el sillín, con descaro - estimularían a las mujeres más de lo que eran capaces de resistir y las reduciría a la infertilidad, a la histeria, hasta dejarlas hechas unas criaturas licenciosas sin compostura ni moderación».

El Comitê Feminino de la Federación de Gimnasia de Roma, establecido en 1888, organizó competiciones de velocípedo y paseos en bicicleta. Las primeras mujeres velocipedistas se vieron en Milán en 1891, y en 1893 participaron en vueltas y competiciones (en 1894 en Génova tuvo lugar la primera carrera femenina de ciclismo en Italia) y participaron en el desfile en la ocasión de la reunión ciclista organizada en Ferrara en 1902 por el Touring Club Italiano. Entre las mujeres ciclistas agonistas más conocidas, encontramos a la florista milanesa Adelina Vigo, y la futura cantante y actriz de ópera y de teatro Lina Cavalieri, ganadora de la carrera por etapas Roma-Turín, a fines del siglo XIX, que se desafiaron en 1893 en Milan, Alessandrina Maffi, campeona italiana de 1893 a 1897, que a menudo derrotó a ciclistas masculinos, como sucedió en el premio Audax de velocidad de 1898, que ganó recorriendo 180 km en menos de 18 horas, Maria Forzani, ganadora de la carrera Milan-Varese en 1896, la belga Hélène Dutrieu (1877-1961) y Vittorina Sambri de Ferrara (1891-1965), que pronto se convirtió en piloto de motociclismo (Caracciolo, Gori). Sin embargo, la ciclista más conocida fue Alfonsina Morini Strada (1891-1959), de Módena, galardonada por el zar Nicolás II en persona por su participación en el Gran Premio de Petersburgo de 1909. Morini participó en dos Giro de Lombardía, en 1917 y en 1918, y terminó ambos, cosa que no hicieron la mitad de los participantes. Morini participó en el Giro de Italia de 1924, con 90 competidores masculinos, y llegó fuera del tiempo máximo en una de las últimas etapas, L'Aquila-Perusa, también debido a las paradas muy frecuentes para firmar autógrafos a lo largo del camino, pero los organizadores le permitieron continuar hasta el final, ya sin registrar sus tiempos. Alfonsina Morini también participó en otras ediciones del Giro de Italia y venció en 36 carreras, derrotando también a competidores masculinos (Izagirre).
Después de la Segunda Guerra Mundial, las bicicletas desempeñaron un papel clave en las luchas obreras, por lo que los escuadrones especiales de la policía del Ministro del Interior Mario Scelba con frecuencia las incautaban o las destruían. Millares de bicicletas siguieron en 1949 el funeral de María Margotti, una peona de Filo d'Argenta, cerca de Ferrara, asesinada por un policía
(Caracciolo).

Ciclistas Rojos en Europa
También en otros países europeos nacieron organizaciones deportivas proletarias; en la última década del siglo se formaron grupos de ciclistas socialistas en Austria y Suiza. En Leipzig, en Alemania, en 1893 se creó el Club de Solidaridad de los Trabajadores Ciclistas, luego prohibido por las leyes antisocialistas, junto con asociaciones similares de gimnastas, nadadores, regatistas y atletas. En febrero de 1894 en Birmingham, en Inglaterra., se fundó el Socialists' Cycling Club (Club de Ciclistas Socialistas), que más tarde tomó el nombre de Clarion Cycling Club, desde el semanario socialista The Clarion. En 1895 se estableció el British Workers 'Cycling Club (Wheeler).
En 1896 se estableció en Offenbach am Main en Alemania la Asociación de Ciclistas Rojos (ARS: Arbeiter-Radfahrerbund Solidarität Asociación de Trabajadores Ciclistas Solidarios) actualmente Rad- und Kraftfahrerbund Solidarität, que en 1912 contaba con 150.000 miembros. El periódico Arbeiter-Radfahrer en 1913 declaraba 168 mil copias. En 1929 la asociación tenía 320.000 miembros, y era la mayor organización ciclista mundial, también gestionaba una fábrica cooperativa de bicicletas, y organizaba manifestaciones deportivas promocionales. A la época de la Primera Guerra Mundial, las asociaciones deportivas proletarias contaban con más de 350.000 miembros.
El 23 de junio de 1921, en Moscú, se fundó la Internacional Deportiva Roja, con representantes de Alemania, Francia, Italia, Hungría, Checoslovaquia, Suecia y Países Bajos, representando el ala revolucionaria del movimiento deportivo, opuesta a la Socialist Workers' Sport International (Lucerne Sport International), fundada en 1920 en Lucerna, Suiza, de inspiración reformista
(Gounot).

Los ciclistas en la Resistencia
Durante la Resistenza, como antes mencionado, la bicicleta fue utilizada como medio para conectar a las bandas partisanas, pero también para llevar a cabo acciones de guerra, para escapar de la policía después de los mítines volantes extemporáneos en las ciudades y para entregar armas, alimentos y material de propaganda. En esta actividad se distinguieron muchas partisanas que arriesgaron (y perdieron a menudo) sus vidas para entregar con la bicicleta mensajes, comida, y armas a las vendas rebeldes abrigadas en las montañas (véase las fotos en la fila arriba, chasquen para agrandarlas).
El partisano Renato Romagnoli ("Italiano") en su libro de 1974
«Gappista. Dodici mesi nella Settima Gap "Gianni"» («"Gappista" Doce meses en la Séptima brigada "Gianni"»), publicado por Vangelista, citado por Giannantoni y Paolucci, relata: «Muy pronto cada bicicleta se convirtió en una pesadilla para los nazis y los fascistas, en cada ciclista vieron a un rebelde dispuesto a disparar contra las tropas de ocupación, a golpear a sus criados con camisas negras; las crónicas del tiempo están llenas de proclamas y anuncios sobre los usos permitidos y aquellos prohibidos del popular medio de locomoción, ningún fascista ni alemán, a menos que fuera en grupo, nunca tendrá el coraje de parar a un hombre en bicicleta (y cuando los enemigos se agrupan son visibles desde una distancia considerable por lo que se vuelve fácil de actuar para evitarlos). Los anuncios y las proclamaciones permanecieron sin efecto».
Por consiguiente, los fascistas en varios lugares prohibieron el uso de la bicicleta (ver los proclamas de Carpi y de Bolonia). El mismo libro de "Italiano" menciona algunos pasajes de un proclama publicado en Bolonia el 26 de abril de 1944:
«A partir del 26 de abril de 1944, está absolutamente prohibido circular con bicicletas, incluso bajando y llevándolas de la mano, en el perímetro de la ciudad de Bolonia, bordeado por las avenidas (...). Aquellos que viven dentro del perímetro y, por motivos de trabajo, tienen que desplazarse en bicicleta del área prohibida a los suburbios y luego volver al centro de la ciudad, deben tener una declaración especial de su empleador, visada por la jefatura de policía de Bolonia, pero para todo el perímetro y las carreteras prohibidas tendrán que bajarse y llevar la bicicleta de la mano, desinflando los neumáticos de las ruedas o desconectando la cadena de los piñones y del plato.
Un proclama similar, con una amenaza de ejecución sumaria en caso de violación, es mencionada por "Italiano" referida a Ravenna. En Milán y Turín la misma prohibición no duró mucho, ya que la bicicleta era el único medio por el cual los trabajadores podían alcanzar las fábricas, que eran fundamentales para apoyar el esfuerzo de guerra nazi-fascista.

En Milán, la bicicleta fue fundamental para el cumplimiento de muchas acciones de guerra partisanas, destacándose Giovanni Pesce, con los nombres de batalla "Ivaldi" y "Visone", que llevó a cabo muchos atentados contra los fascistas gracias a este vehículo. Pesce explicó: «Era como el aire que respiraba, un medio indispensable para moverse rápidamente en cada momento. Sin la bicicleta, no habría sido posible poner en práctica las acciones que realicé». El 24 de abril de 1945, la orden de insurgencia general fue entregada por mensajeros ciclistas (Giannantoni y Paolucci).
En Roma, durante los nueve meses de la ocupación nazi, la bicicleta fue utilizada para llevar a cabo por lo menos dos grandes atentados, el 18 de diciembre de 1943 por parte de Rosario Bentivegna, frente al cine Barberini, en la plaza del mismo nombre, para golpear a los espectadores de una proyección dedicada a los soldados nazis, y el 26 de diciembre de 1943 frente al cuerpo de guardia de la cárcel de Regina Coeli, por parte de Mario Fiorentini
(Portelli). Los atentados provocaron la prohibición de la circulación de bicicletas en la ciudad, que fue rodeado añadiendo una tercera rueda al vehículo, convirtiéndolo en un triciclo.
El destacado campeón florentino de ciclismo Gino Bartali
(1914-2000), aprovechando su popularidad como campeón deportivo, utilizó su bicicleta para ocultar documentos falsos en los tubos del cuadro, en el manillar y en el sillín, que entregaba a ciudadanos judíos, escondidos en un convento de frailes oblatos en Lucca (unos 90 km de Florencia) y Assisi (160 km de Florencia, donde fue 40 veces), permitiéndoles resultar "arios", salvando así 4.000 de ellos del exterminio (Sbetti, Stevenson). Bartali disfrazó sus entregas como entrenamiento para mantenerse en forma, a pesar de la suspensión de la actividad competitiva (el Giro de Italia había sido suspendido desde 1941), y cuando fuera parado por controles policiales, pedía que no tocaran su bicicleta porque estaba cuidadosamente calibrada para alcanzar la velocidad máxima.
La policía fascista mantuvo al campeón bajo control, pero no comprendía por qué se entrenaba por un trecho tan largo
(Stevenson). Bartali también ocultó a la familia judía Goldenberg en un sótano en su casa de Florencia hasta la liberación de la ciudad en agosto de 1944 (Coen, Stevenson). Por eso, después de su muerte, Bartali fue galardonado por la Italia con la medalla de oro póstuma al mérito civil, y por Israel con el título de "Justo entre las Naciones" y su nombre fue grabado en el jardín de Yad Vashem. La actividad de Bartali era conocida sólo por su familia y por aquellos que colaboraban con él, y sólo se le dio a conocer después de su muerte, ya que a Gino no le parecía apropiado adjudicarse el mérito de eso: le había dicho a su hijo Andrea: "Lo haces y nada más"
El campeón de ciclismo de Varese Luigi Ganna, vencedor del primer Giro de Italia en 1909, sin embargo se había convirtido en fabricante de bicicletas y en 1944 donó diez de sus bicicletas a la 121a Brigada partisana Garibaldi "Walter Marcobi"
(Giannantoni y Paolucci). También Alfredo Martini (1921-2014) ciclista y luego durante 22 años seleccionador del equipo nacional italiano de ciclismo en ruta, Luciano Pezzi, ciclista y luego director técnico de muchos campeones, entre ellos Felice Gimondi, y muchos otros atletas profesionales eran partisanos.

Ciclistas Rojos hoy
En años más recientes, la bicicleta reanudó su papel de mensajero obrero entre fábricas en lucha contra los despidos o el cierre. En 2009, con ocasión del Giro de Italia, trabajadores interinos y con caja de compensación por desempleo temporal de Veneto y Toscana cumpliron un Giro paralelo entre las fabricas presidiadas por los obreros (Satta, 2009). En 2013, los Socialistas de la Romaña organizaron una conmemoración de los Ciclistas Rojos, con motivo del centenario del establecimiento del movimiento.
El 25 de abril de 2015, para celebrar el 70
mo aniversario de la Liberación y el papel de los Grupos de Defensa de la Mujer en la Resistencia, la UDI (Unione Donne in Italia, Union de Mujeres en Italia) de Modena, junto con la FIAB (Federazione Italiana Amici della Bicicletta, Federación Italiana de Amigos de la Bicicleta), organizó un paseo en bicicleta en los lugares más significativos de la ciudad para la historia política de la época.
Las ediciones ZeroLire de Forlì publican en línea diversas obras sobre la bicicleta y su vida social.

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Federazione Giovanile Comunisti Italiani - Sezione "John Reed" Imola enlace
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Museum der Arbeit - Das Fahrrad enlace
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UDI - Io vado ... come una staffetta
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